En la reunión del cuerpo técnico del Sporting con EL COMERCIO, a los pies del imponente Elogio del Horizonte en una tarde invernal, con el Cantábrico retorciéndose más abajo, queda decretado oficialmente el buen rollo desde que aparece el primero de todos ellos caminando por el horizonte. Al final, son siete. Miguel Ángel Ramírez, Endika Gabiña, Luis Piedrahita, Cristóbal Fuentes, Caco Morán, Jorge Sariego y Carlos Castroagudín. Tan difíciles de retratar por el ambiente de camaradería que se genera desde el primer momento como cercanos y accesibles en el trato.
Son una familia, responsables de un Sporting que ha recuperado el orgullo y la ambición. Uno que comerá las uvas tercero. Un equipo dentro de un equipo que se rige por un código de iguales. Aunque la decisión final la firmará siempre Miguel Ángel Ramírez, «el líder», todos tienen voz y voto. La opinión de cada uno es escuchada con atención. Y cuenta, prometen. Nadie tiene miedo a ser juzgado por expresar su opinión. «Es un entorno de máxima confianza el que se ha creado», subrayan. Una sociedad mosquetera. El uno para todos y todos para uno de Dumas. «Miguel tiene un tipo de liderazgo y una forma de trabajar muy horizontal. Nos escucha a todos y todos tenemos una función y un rol en cada momento», aprecian.
La relación entre todos ha ido fluyendo de forma natural, apuntalada por el día a día y las dinámicas de trabajo. En una de ellas, de la mano del ‘coach’ Imanol Ibarrondo, consensuaron la ‘brújula’ que les guía. Un credo que se guardan y que, sin detallar, pivota en torno al crecimiento del club, la conexión con la afición, el despertar del orgullo sportinguista y, sobre todo, el trabajo sin quejas ni excusas.
El germen del actual cuerpo técnico del Sporting se localiza en la ciudad de Salgoquí, en Ecuador, a unos 2.500 metros sobre el nivel del mar. Allí, una entrevista de trabajo puso en la misma onda a Ramírez (39 años) y a un jovencísimo Luis Piedrahita (ahora tiene 26 años). El hoy entrenador del Sporting era entonces el jefe del fútbol formativo del Independiente del Valle. Buscaba nuevos técnicos para dirigir a sus equipos de base. Piedrahita, que trabajaba ya de analista, apareció como uno de los aspirantes. Y entró como segundo entrenador del equipo Sub 16. Pasado el tiempo, Ramírez ascendió al primer equipo y se lo llevó con él. El resto es historia. Una de éxitos para Independiente del Valle.
Nacido en Medellín, Colombia, Piedrahita es una pieza elemental en el engranaje de ‘MAR’. Es el encargado de ‘repartir juego’, determinando las tareas de cada miembro del cuerpo técnico. Y no son pocas: cómo y quién se va a responsabilizar de las herramientas tecnológicas, del análisis del rival, de los análisis individuales, de los entrenamientos…
De la mano de ambos llegó también a Gijón, hace casi un año, Cristóbal Fuentes (34 años), el preparador físico. El dueño del tiempo en los entrenamientos del Sporting. Su dirección se apoya también en el Departamento de Ciencias Aplicadas al Deporte que ha creado el club. Y su cometido va desde el trabajo en el gimnasio (instalado ahora en esa carpa temporal que hay donde la antigua pista de ‘futbito’) al campo.
Originario de Córdoba, donde coincidió con José Ramón Sandoval, Fuentes se sumó a la aventura de Ramírez en Brasil, en el Inter de Porto Alegre. Fue por una recomendación de la Academia Aspire, con la que ‘MAR’ ha mantenido históricamente un fuerte vínculo y para la que también trabajó el preparador físico andaluz. «Cristóbal marca las pautas en base a los parámetros físicos para que los técnicos puedan desarrollar luego el trabajo táctico», sintetizan en Mareo.
Luego está Endika Gabiña, vitoriano, de 38 años. Un ‘todoterreno’ que ha sido coordinador para la captación en la Real, técnico del Alavés, coordinador de fútbol base, director deportivo del Burgos… El segundo entrenador del Sporting y una persona elemental en la mejora de la estrategia ofensiva y defensiva que se percibe en este equipo, como se aprecia cuando se asoma para dar instrucciones y controlar desde la distancia los movimientos, las ‘pantallas’ y los ‘aclarados’ en saques de esquina y faltas.
En Gijón, los cuatro se encontraron con Caco Morán (50 años), exfutbolista rojiblanco con dos décadas de trayectoria, un técnico muy respetado en Mareo desde su etapa en la base; Jorge Sariego (39 años), que regresó a la preparación de porteros del primer equipo con la salida de Juan Pablo y que lleva más de una década en Mareo, siendo responsable del área de porteros en toda la estructura, y el candasín Carlos Castroagudín (28 años). Castroagudín es una extensión de Cristóbal Fuentes en la preparación física. Un profesional muy cualificado e integrado a los jugadores con los que comparte rondos, partidillos de posesiones y hasta los calentamientos de los suplentes que van a salir.
La parte tecnológica
El cometido de Caco Morán es el más versátil del trío de asturianos del grupo. Se encarga del análisis individual de los rivales, participa también en la ingeniería del balón parado y, por supuesto, de la parte tecnológica: la recopilación de imágenes con el dron, con las cámaras que se están instalando en Mareo… Del análisis en vivo, en definitiva, para ir corrigiendo sobre la marcha los desajustes que se perciben en el equipo con el vídeo. Luego, a la especialidad de cada uno, todos suman el componente técnico. «Todos tenemos una formación como entrenadores y una especialización en algo. Todos sabemos a lo que queremos jugar y llegar», amplían.
Así, la semana está muy parcelada y el grado de sincronía de todos es muy alto. Todos se citan a primera hora de la mañana en Mareo. Llegan de forma escalonada en torno a las ocho, mucho antes que los jugadores. Su ‘oficina’ está ubicada en el subsuelo del edificio acristalado, donde se ha instalado temporalmente el centro de operaciones de los entrenadores. Una zona que antaño se denominaba coloquialmente ‘El Zulo’ y donde estaba el sistema para el visionado de equipos y jugadores, además de otras estancias. Hoy, la reforma de Mareo contempla la creación de una futura sala para los técnicos en lo que todavía es el ‘hall’ desde donde se accede a los vestuarios y a la primera planta del edificio del equipo.
En esa primera bocanada del día, sorbiendo un café, se revisa el guión del entrenamiento que tendrá lugar, aunque ya existe una planificación previa de la semana e, incluso, la tarde anterior se ha hablado de cómo se trabajará al día siguiente. La semana es larga. Están los entrenamientos, pero el cuerpo técnico también se encarga del análisis individual de los jugadores y, por supuesto, del rival de turno desde todos los prismas: fortalezas, debilidades, cómo viene jugando, cuál es su jugador más en forma, quién es la clave, cómo se le puede atacar y defender, cómo se comportó en las últimas jornadas… Del análisis colectivo del oponente se encargan Piedrahita y Gabiña. Del individual, Caco. Esa acumulación de información se filtra. Se resume y se presenta a los jugadores de forma masticada. Cortita y al pie, evitando saturar a los futbolistas de información que luego les abrume con los días.
Charlas personales
La relación con los jugadores tiene mucha importancia en esta dinámica. El vídeo es una herramienta muy utilizada para llegar a ellos. «Cada jugador tiene objetivos individuales a mejorar», explican desde el club. Las charlas son periódicas. A veces afectan a toda una línea: la portería, los defensas… En otras ocasiones, puede estar motivada por un aspecto del juego. O, simplemente, se abre un diálogo con un jugador sobre su momento. Al final, con independencia de lo que se discuta, la última decisión corresponderá a Ramírez: «Lo que él decida, lo predicaremos todos».
Por supuesto, está el plan para el partido. En este caso, el cuerpo técnico de Ramírez lo sintetiza de la siguiente forma: «Observamos al rival e intentamos hacer una predicción de lo que nos podemos encontrar y trabajamos en esa visualización. Nos guiamos mucho por las estructuras, que es lo principal para nuestro modelo, en ataque y defensa». Y casi siempre, sobre dos premisas: el protagonismo con el balón y, cuando se pierde, el trabajo para recuperarlo.