En apenas ocho meses en el cargo, el cambio del Miguel Ángel Ramírez, de 38 años, ha sido tan brusco como impactante: su giro demuestra personalidad, humildad y una más que interesante habilidad de ajustarse al contexto. Es decir, aprendizaje. Porque el canario, cuyo aterrizaje en Mareo fue delicado, ha ido reajustando sus herramientas: desde el discurso hasta el estilo de juego que aplica al Sporting, más ajustado a la idiosincrasia de Segunda División con tal de cosechar resultados. Su relevancia en el Grupo y en el club también se ha disparado. Este es el decálogo de una metamorfosis.
Discurso: En su presentación, primera intervención pública, usó un lenguaje menos ordinario. «Siempre hablo de los ‘qués’ y de los ‘cómos’. Y a lo mejor el ‘qué’, la esencia, se puede mantener. Pero los ‘cómos’ van variando», fue una de la respuestas más llamativas en sala de prensa. Con el paso de los meses, ha reconducido su discurso, con un estilo más directo, evitando caer en la confusión.
Capacidad de adaptación: Su humildad para reconocer haber «aprendido de la categoría» –nada común en un técnico profesional con bagaje internacional– y capacidad para adaptarse a los recursos que tiene a disposición demuestran cintura e inteligencia. De expresar «me gusta ser dominante y mirar la portería contraria. A una guerra prefiero ir con más soldados que el enemigo» a mostrar un punto de pragmatismo para conseguir que su equipo sea competitivo pese a renunciar a su estilo. «No se trata de qué es lo que quiero, sino de qué necesita el equipo y mis jugadores», admite un técnico que pone por delante al equipo.
Estilo de juego: Además de tener la habilidad de adaptarse a la competición y al entorno, Ramírez ha variado su idea de juego inicial: en su aterrizaje abogó por un estilo combinativo y preciosista. Conservando parte de esa idea (el Sporting es el 7º equipo con más posesión de La Liga, 54.3% y ha confiado en «jugones» como Nacho Méndez o Roque Mesa), ha conseguido que su equipo sea fiable mostrando una evidente capacidad de adaptación a cada rival y momento del partido.
Incidencia de su staff: Ramírez no es un entrenador autoritario, sino que sus decisiones están muy influencias por su equipo de trabajo, con quienes tiene una relación de mucha confianza. Cristóbal Fuentes, Luis Piedrahita o Endika Gaviña no son actores secundarios. Tienen voz y voto.
Gestión del vestuario: Apenas marca distancias con los futbolistas; y, sobre todo, es muy empático con los jugadores, a los que escucha y les da su espacio para opinar. Su liderazgo, existe, pero es particular. Es el antiego. Otro aspecto clave: tiene mano izquierda. Ha logrado rebajar tensiones con un peso pesado como Cali, que estaba en una situación delicada. Ahora es capitán, e incluso le ha dado galones: da las arengas. También ha gestionado con éxito otro caso complejo con Fran Villalba, al que protege.
El grupo por delante: El técnico canario está logrando encontrar resultados priorizando el bloque por encima de individualidades. Ha tomado decisiones estructurales importantes.
Decisiones impopulares: Pese a las críticas que inicialmente vincularon su contratación por su supuesta sintonía con la propiedad, ha dejado sin minutos a Jordan o Jeraldino, apuestas del Grupo, al considerar que otros jugadores estaban por delante.
Sistema defensivo: Está logrando frenar la sangría defensiva del curso 2022-2023, donde el proyectó acabó con 48 goles, y una sensación de debilidad creciente (en la última jornada recibió 4 tantos en casa a manos de una Ponferradina descendida). En las tres últimas jornadas, el Sporting es el segundo equipo al que menos rematan. Ha encontrado un triángulo que funciona: el formado por Yáñez de portero y Pier e Insua como centrales. La apuesta de Pascanu como lateral, arriesgada, añade más solidez, pese a perder empuje ofensivo.
Roque Mesa: Pendiente del desarrollo del mercado, en permanente contacto con la dirección deportiva, ha sido clave en el fichaje de Roque Mesa, que parecía imposible semanas atrás. Su relación con el mediocentro y vínculo común con Las Palmas ayudaron en la decisión del centrocampista. También ha estado encima del resto de movimientos, llegando a descolgar el teléfono para trasladar a los objetivos su confianza y hacerles ver el rol que iban a tener en el proyecto.
Confianza: Ha sido capaz de «recuperar» a varios futbolistas: el caso más claro es el de Nacho Méndez, que venía de una grave lesión en la rodilla y que está rayando a su nivel más alto desde su promoción en el primer equipo. Pero no es el único: Gaspar, con dos tantos, también está logrando el nivel que dio en su cesión en el Burgos. Apostó por quedarse con Pablo García. Y a Otero lo ha potenciado como «9» y le ha dado galones en su segundo curso en el club rojiblanco.